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Sujet du devoir :

Carmen Martín Gaite, Los parentescos, Mi padre - Voir le devoir corrigé

Baltasar, el narrador, llega a un bar donde le está esperando su padre con un amigo.

Mi padre me ha firmado un cheque por mi cumpleaños y por haber aprobado con buenas notas la Selectividad . Es para lo que nos hemos citado aquí. En casa coincidimos poco. [...]
–Es mi Baltasar –le dice mi padre a su amigo, recién llegado.

Abro los ojos, no lo conozco. Le sonrío sin ganas, porque me está preguntando lo típico, cuántos años tengo y qué estudio. Yo me callo y la misma voz que antes me sermoneaba dice que seguramente haré Económicas, pero que quiero abarcar demasiadas cosas y no me centro en ninguna. Y el otro dice que eso les pasa también a sus hijos, bueno, a todos los chicos, es la falta de estímulo, tampoco ellos tienen la culpa, la universidad española está atascada, una pura tómbola, ves a gente metida en Arquitectura cuando lo que les tiraba era ser médico, y a los licenciados en Historia del Arte poniendo un bar, lo mejor es un máster en los Estados Unidos. He oído la canción demasiadas veces, me bebo a sorbos cortos el martini, me gusta ese color de rubí mirado al trasluz; éste no creo que sea amigo de mi padre porque acaba de decirle: “No sabía que tuvieras hijos”, y por mamá no ha preguntado.
Ahora están hablando de no sé qué fusión bancaria, de que los mercados esperan una subida de los tipos de interés, de la tensión inflacionista, de los peligros del euro. Pero sonríen. Los ejecutivos nunca dicen “¡Qué harto estoy!” o “¡Qué triste es la vida!”, siguen dándose palmaditas en la espalda, buscando los rayos del sol, jamás confesarán que tienen frío. Y sin embargo yo sé que mi padre está hecho polvo , desamparado, se lo noto en la cara. Es como si le hubiera corrido el maquillaje o se le viera la cicatriz de algún lifting. Y cuando el otro se ha despedido y se encamina hacia el fondo del local, me termino el martini y le digo:

–Te noto cansado, papá.

No se lo esperaba. Me mira aturdido, como si hubiera recibido un puñetazo.
–¿Cansado? –pregunta con alarma–... Bueno? No sé, es que trabajo mucho.

–Pues no trabajes tanto, hombre. Ya has ganado pasta de sobra 6 . ¿Cuánto tiempo hace que no vas al cine? ¿Quieres que vayamos juntos algún día?

No le da tiempo a contestar. Suena el móvil que lleva enganchado en el bolsillo alto de la chaqueta y se enrolla en un asunto que amenaza con durar.

“Gracias por el cheque. Se me hace tarde, he quedado para comer”, le escribo en un margen del periódico que había dejado sobre la barra. Y se lo enseño. No noto que quiera retenerme. Nos damos un beso y me dice adiós con la mano cuando estoy llegando a la puerta. Luego me da la espalda [...]

Ya no le oigo. Manotea sin ruido, como si le estuviera haciendo señas a un barco fantasma. En la calle hace un poco de calor.

 

Carmen Martín Gaite, Los parentescos, 2001