Reina y su novio Marlon viven en Colombia.
- ¿Cuál es el afán ? (1) -le pregunté.
- Vamos para la esquina que no quiero que mi papá nos oiga. Es un asunto muy delicado, y cuando los asuntos son delicados hasta las paredes se ponen a chismosear (2).
Ya habíamos llegado a la esquina ; entonces Reina me sacó de la duda, o mejor, confirmó mis sospechas.
- Hablé otra vez con Fabiola.
- A ver -le dije -qué te dijo, qué cuento te echó, cómo te va a embaucar (3).
- ¡Qué embaucar ni qué embaucar ni qué cuentos ! ¿Me vas a dejar hablar ? ¿sí o no ?
Le dije que sí, que hablara.
- Fabiola dice que nos puede entrar -dijo Reina.
- ¿Adónde ?
- ¡Pues a los Estados Unidos ! Fabiola me dijo que sin documentos era seguro que me iban a negar la visa (4). Que iba a perder el tiempo y la plata (5).
- ¿Y cómo así que "nos puede entrar" ? -pregunté.
- Ella nos va explicando. Lo importante es confirmarle y darle un anticipo.
- ¿Anticipo ?
- Pues gratis no nos va a llevar, ni ella ni nadie -enfatizó Reina.
- ¿Y como cuánto nos cuesta el favor ?
- Como cinco mil dólares.
- ¡¿Qué ?! -grité.
- Cada uno -añadió Reina.
Encogí los hombros y repetí : ¿diez mil ? Pensé que no lo íbamos a conseguir jamás, que hasta mejor que fuera caro porque así nunca nos podríamos ir.
Camino a su casa íbamos agarrados de la mano. Por eso aproveché para decirle a Reina :
- Ve, Reina, por qué no insistimos con la visa. Tal vez tengamos suerte y nos la dan.
- A ver, Marlon -se detuvo para hablar-. Vamos a ver, te voy a hacer unas preguntas, las mismas que me hizo Fabiola.
- ¿Tenés (6) carta de crédito ?
- No.
- ¿Tenés cuenta bancaria ?
- No.
- ¿Tenés trabajo fijo ?
Negué con la cabeza.
Entonces ella se me acercó, se pegó a mí y en voz muy baja, como para que nadie oyera, como para que yo no me ofendiera, dijo :
- No tenés nada, Marlon.
Y yo, en tono más alto y fuerte, como para que ella y el mundo lo supiera, le dije :
- Te tengo a vos (6), Reina.
Yo iba a decir algo, a reclamarle tal vez, pero puso su dedo en mi boca para prohibirme hablar. No quería argumentos que la bajaran de su sueño.
- Mi papá nos está mirando. Señaló con el dedo una de las ventanas de su casa. Ahí estaba la silueta de Gonzalo divïsando hacia fuera. Reina alzó su brazo para indicarle que ya iba.
- Yo creo que mi papá se lo está oliendo -dijo.
- ¿No le vas a contar ? -pregunté.
- ¡Cómo se te ocurre ! dijo mirando a su padre todavía en la ventana, y agregó : porque si nos quedamos, la que me mato soy yo.
Jorge Franco, Paraíso Travel, 2002