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Sujet du devoir :

Juan Marsé, Ronda del Guinardó, Capítulo 6 - Voir le devoir corrigé

Capítulo VI

(Rosita tiene que ir a fregar a la casa de la abuela Maya)


Rosita indicó al inspector el banco de madera.
– Puede esperarme aquí y descabezar un sueñecito1...
– Iré contigo.
– Que no puede ser, caray*. ¿ Qué pensará la abuela2 si me ve llegar con un policía ?
– Nada. Ya te he dicho que me conoce.
Lo invitaría a una copa de coñac, como hacía antes; en alguna ocasión incluso lo había obsequiado con una bolsita de café bien tostado. Rosita lo interrumpió nerviosa : « Usted cree que me quiero escapar de ver al muerto, pero le juro que no. Se lo juro », y se persignó trazando un furioso garabato.
Prometía volver antes de media hora y dejarse llevar al Clínico, aunque allí le diera un patatús3 al ver al muerto ; que seguro que le daba.
– Pero ahora déjeme ir sola – suplicó –. Por favor. El inspector miró en torno suyo con creciente desasosiego4. Se acercó al banco y Rosita lo siguió.
– Es que no me fío. Me has estado liando toda la tarde.
La niña lanzó un bufido5 y giró sobre los talones como una peonza. « No se me ponga cascarrabias otra vez, que le dejo plantado con su fiambre, ¿ estamos6 ? », dijo mirando al otro lado de la plaza.
(...) – Muy bien – masculló Rosita dejándose caer sentada en el banco –. Pues se acabó. No vamos a ninguna parte.
Sacó del capacho el cuaderno de la Galería Dramática Salesiana y lo abrió de un manotazo :
– Estudiaré un rato mi papel7, luego iré al ensayo y adiós muy buenas. Ya pueden irse a hacer gárgaras8 usted y el muerto.
(...) El inspector se deslizó sobre el banco acercándose a ella.
– Trae acá. – Le quitó el cuaderno –. A ver si te lo sabes de memoria.
– No necesito su ayuda para nada. Además, usted no entiende de eso.(...)
– Veamos si te lo sabes bien. Yo te sigo.
– Si me equivoco, avise.(...)
(Rosita recita su papel)
« Te lo sabes », dijo, « pero hablas como una furcia9 y no como una santa. » Cruzó las manos sobre la barriga y entornó los ojos.
– ¡ Y usted no tiene sensibilidad de poesía ni de na ! ¡ Usted hoy se ha levantado de mala uva y con la idea malaje de llevarme a ver a un muerto... !
El inspector miraba escupir lentamente a los viejos en el umbral del sueño.
– Yo no quería llevarte a ningún lado, hija – dijo sosegadamente –. Yo hoy quería pegarme un caramelo en la cabeza10.
– ¡ Pero qué rarito es usted, ondia* !
– Está bien, vete – dijo de pronto –. Anda, vete. ¡ Fuera !
Rosita se levantó de un salto y cargó con la capilla. «No tardaré, de veras», dijo sin contener su alegría y echando a correr.

Juan Marsé, Ronda del Guinardó, 1984, capítulo VI